TURISMO EN BARCELONA Turismo en Barcelona

Barcelona y su batalla contra el turismo masivo

Barcelona, una ciudad conocida por su vibrante cultura, arquitectura icónica y playas soleadas, ha estado luchando durante más de una década contra el turismo masivo. Aunque millones de personas la visitan cada año para admirar la Sagrada Família o pasear por el Born, la ciudad está en una lucha constante para equilibrar el apetito global por visitarla y el bienestar de sus residentes locales. Pero, ¿cómo lo hace? Vamos a ver.

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El desencadenante de la regulación turística

Allá por 2014, la ciudad hizo frente a una situación embarazosa: turistas siendo turistas, pero con un poco de picante extra, que incluyó incidentes como la imagen de unos turistas comprando en un supermercado de la Barceloneta sin mucha ropa encima. Esto marcó un antes y un después para Barcelona. Bajo la gestión del entonces alcalde Xavier Trias, la ciudad comenzó a tomar medidas drásticas. Inició vetando nuevos pisos turísticos, cerrando alojamientos ilegales y estableciendo estrictos controles para proteger sus zonas más emblemáticas como la Sagrada Família o el Park Güell.

Lluïsa Moret y su apuesta por un turismo con valores

El turismo había mostrado sus beneficios y también sus serios inconvenientes, como lo señala el hecho de que, según encuestas, este es el tercer mayor problema para los barceloneses. La dependencia económica del turismo fue palpable durante la pandemia, pero recuperar el edificante equilibrio entre beneficios económicos y calidad de vida local sigue siendo el gran desafío.

Medidas concretas y vetos

Limitar pisos turísticos y hoteles ha sido uno de los primeros pasos. La moratoria de 2014, finalmente consolidada en 2017 por Ada Colau con el Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (PEUAT), impide que nuevos pisos turísticos surjan en el centro. La idea es clara: proteger la vida local de una conversión total en zona turística.

Además, la ciudad ha ordenado un cierre significativo de pisos de alquiler ilegales, aliándose incluso con plataformas como Airbnb para garantizar una oferta justa y controlada. A pesar de estas alianzas esporádicas, las tensiones entre la plataforma y el ayuntamiento son recurrentes, debido a las regulaciones y la diligente actuación del consistorio para mantener a raya la oferta ilegal.

Reestructuración del espacio público y control de grupos

Entre otras movidas estratégicas, el ayuntamiento ha diseñado los llamados Espacios de Gran Afluencia (EGA). Son sitios donde el flujo turístico es especialmente alto, y donde se implementan medidas concentradas, siendo el Park Güell y la Sagrada Família dos de los más conocidos.

Los grupos turísticos han sido reducidos en cantidad también. Ahora, en un esfuerzo por minimizar el impacto y rebajar la molestia de las aglomeraciones, hay límites estrictos para tours, ya sean a pie o en bicicleta. Sin embargo, el cumplimiento de estos límites sigue siendo un desafío.

El reto de financiar y limitar

Mientras el turismo ha resultado lucrativo, Barcelona engrana nuevos planes para limitar ciertos excesos. Por un lado, ha gravado al sector de diversas maneras: desde aumentar la tasa turística local hasta incrementar el precio de entradas a lugares como el Park Güell. Por otro lado, ha abordado el tráfico de cruceros, sumándose al compromiso de alejar y cerrar terminales para reducir la presión marítima.

Recientemente, el nombramiento de un comisionado de Turismo, José Antonio Donaire, ha renovado energías en la lucha. Mente innovadora detrás del estudio sobre la capacidad turística de Barcelona, Donaire tiene en sus manos la incierta pero vital tarea de ofrecer una hoja de ruta que no sacrifique ni la calidad de vida local ni la existencia del sector.

Mirando hacia el futuro

El tema del decrecimiento turístico ha dejado de ser un tabú. Con cada vez más actores locales y regionales participando en el debate, la idea de que el turismo debe tener un límite se convierte en algo más que un susurro. Este consenso cada vez más extendido está impulsando acciones que buscan gestionar mejor el turismo sin eliminar sus aportes económicos.

Barcelona está emprendiendo un camino de resistencia, intentando no ser víctima de su propio éxito. Cada paso hacia un turismo regulado y sostenible es una esperanza de que la ciudad no solo continúe siendo un destino atractivo para los turistas, sino también un hogar ideal para sus residentes.