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Medalla de Oro al Mérito Cívico, a título póstumo, a Joan Bayén ‘Pinotxo’

En una ciudad donde cada esquina cuenta una historia, hay lugares y personajes que se convierten en legendarios sin proponérselo. Barcelona, con su mezcla vibrante de tradición y modernidad, ha tenido la fortuna de albergar a personas cuya vida y trabajo dejan una marca imborrable en el alma de la ciudad. Joan Bayén, conocido cariñosamente como «Pinotxo», es uno de esos personajes que encarna el espíritu de una Barcelona auténtica, ¡donde el alma del Raval se mezcla con los aromas de una buena comida!

Joan Bayén ‘Pinotxo’

Un ícono del Mercado de La Boquería

¿Quién no ha oído hablar de La Boquería? Este mercado es un símbolo de la gastronomía barcelonesa. Entre sus pasillos llenos de vida, la barra de Pinotxo se destacaba no solo por sus platillos deliciosos, sino por la calidez humana de su anfitrión. Joan Bayén se convirtió en un maestro del trato y la amabilidad. No era simplemente un vendedor de tapas, era un amigo de todos los que cruzaban su pequeño rincón del mercado.

Desde su modesto lugar en La Rambla, Joan Bayén ofrecía calamares, capipota, y platillos únicos con los que robó corazones. Durante décadas, tanto barceloneses como turistas internacional de a pie encontraban su barra siempre con una sonrisa y una charla amena. Su carisma era tan potente que los comensales regresaban no solo por el sabor de sus platos, sino por el placer de compartir unos momentos con él. Al enfrentar la barra de Pinotxo, no había manera de no sentarse a disfrutar de una conversación y sentirse parte de una familia.

El reconocimiento a una vida dedicada a los demás

Jaume Collboni, primer teniente de alcalde de Barcelona, reconoció la singular aportación de Joan Bayén a la vida cultural y social de la ciudad entregándole, a título póstumo, la Medalla de Oro al Mérito Cívico. Este galardón no solo celebra su dedicación a la gastronomía, sino también su inquebrantable compromiso con las personas. Cómo no reconocer la contribución de alguien que, sin pretensiones, tocó la vida de tantos con su sencillez y cariño.

En una emotiva ceremonia, el Ayuntamiento de Barcelona destacó lo que muchos ya sabían: Joan Bayén fue un embajador del espíritu barcelonés, un hombre que, con cada plato y conversación, recordaba a todos la calidez y generosidad que caracteriza a la gente de esta ciudad única. Su legado no solo perdura en los sabores que dejó, sino en las memorias compartidas alrededor de su barra, donde las diferencias se diluían entre risas y sobremesas.

Continuando el legado de Pinotxo

Aunque él ya no está físicamente entre nosotros, el legado de Joan Bayén vive a través de sus familiares y amigos que continúan su trabajo al frente de la barra. Los sabores que él perfeccionó siguen deleitando a quienes los buscan, como un tributo a su amor por la cocina y su inquebrantable deseo de hacer felices a otros. Cada plato servido es un recordatorio de la pasión con la que Pinotxo enfrentaba cada día.

Los aprendizajes que dejaron sus años de dedicación y amor son una lección para las próximas generaciones. En un mundo donde la rapidez y la superficialidad a menudo son la norma, su historia inspira a cualquiera a detenerse, disfrutar del momento y conectar con la gente. La genuina amabilidad que Joan compartía muestra que la verdadera riqueza se encuentra en las relaciones construidas y los momentos de bondad compartidos.

Una historia que inspira

Joan Bayén no solo creó una barra de tapas, creó un espacio donde la humanidad florecía con cada visita. Su vida es un recordatorio de que la verdadera riqueza no se mide en términos materiales, sino en las vivencias significativas que compartimos con los demás. Para aquellos que tuvieron el privilegio de conocerle y disfrutar de su comida, su legado perdura en sus corazones.

Barcelona pierde físicamente a uno de sus hijos legendarios, pero la medalla que ahora lleva su nombre, y que se suma a sus incontables logros, es un símbolo que inmortaliza su contribución a la cultura de la ciudad. Y aunque la cocina sigue impregnada de su esencia, lo más preciado que deja es una lección de vida, recordándonos nunca subestimar el poder de una conversación sincera, una sonrisa honesta, y un buen plato compartido.

Es seguro decir que el rincón en La Boquería que una vez se llenó de risas gracias a Pinotxo, siempre tendrá un lugar especial en la historia de Barcelona. Su vida es un ejemplo vivo de que, en esta ciudad de contrastes, aún brilla el resplandor de aquellos que saben mantener el alma de sus raíces.